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Una deuda inevitable

Paul Cerrado en El Juglar (31.07.10)

Último sábado de julio en el corazón de Lavapiés. Una de esos típicas noches de verano en las que se está mucho mejor en la calle, sobre todo en un barrio como éste en el que, además, dan comienzo sus fiestas. La cita con Paul Cerrado es a las 22h. en El Juglar, pero hacemos tiempo entre mesas de restaurantes hindúes y olor a fritanga hasta que ya es una hora más razonable para intentarlo. El Juglar es una sala que contiene a otra pequeña y estrecha zona de conciertos, perfecta para shows con poco aforo.

A la entrada la banda ha preparado un obsequio, una púa de guitarra dentro de un pequeño cartón blanco con el logo de Paul Cerrado y una caricatura del músico. La sala se va llenando y no tenemos que esperar demasiado hasta que la banda sale al escenario. Paul Cerrado hace acto de presencia junto a la típica formación de banda de rock, a la que se añade un armonicista que también se encargará de los coros. Suenan las primeras notas y entre caras de desconcierto, lo vamos entendiendo.

En días como los del pasado sábado uno se da cuenta de lo realmente importante que ha sido para el rock en castellano la figura de Andrés Calamaro. Su verbo, su pose, esa actitud misteriosa pero embriagadora tras los cristales negros de unas Ray-Ban, de día o de noche. O su cadencia particular a la hora de hablar unida al ya característico de por sí acento argentino. Y, por supuesto, sus canciones. Andrés Calamaro ha creado escuela, de eso ya no cabe duda. El caso es que algunos no han podido evitar mimetizarse ante personalidad tan aplastante y atractiva.

Y si, se suponía que esto era una crónica. Todo lo anterior es necesario tenerlo en cuenta por una razón, y es que para entender a Paul Cerrado hay que conocer a fondo a Andrés Calamaro. Disfrutarle o no es otra historia, pues puede producir y produjo dos sentimientos antagónicos. Incomodidad y rechazo, por una parte, al ver evidente como retrata cada matiz del argentino con una exactitud alarmante. Por otro lado, euforia, por qué no. Porque el caso es que lo hacen realmente bien. Quizá haya a gente a la que no puedan sorprender, pero la banda suena de lujo y él ejerce de frontman muy correctamente. Además, tienen canciones. Buenos temas como Dolor o No hay whisky en mi vaso que, todo hay que decirlo, puede que sean el estilo de canciones que muchos de nosotros quisiéramos que siguiera haciendo el propio Andrés en la actualidad.

Por otro lado, Paul Cerrado iba demostrando durante el concierto que la cuestión del parecido no resulta ser algo que pueda querer evitar, sobre todo si tenemos en cuenta que versionó canciones como Sábado a la noche, tema de Moris que popularizaron también Los Rodríguez, o Pasemos a otro tema, del álbum en solitario de Calamaro Nadie sale vivo de aquí, publicado antes siquiera de formar Los Rodríguez. Un disco no muy relevante, aunque genial, en la discografía de Andrés. Versiones además muy parecidas o calcadas a las originales.

En definitiva, un peculiar caso de músico que lo hace bien, y mejor, pero también lo hace igual, y no necesariamente en este orden.

Texto y fotografía de Bruno Corrales

1 comentarios :

Marinero en Marte dijo...

buena crónica. sin crueldades ni fanatismos. buena crónica. :-)