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Coppel: "Quería contar que entre todo este desastre hay cosas que merecen la pena"

Los Nobles Salvajes, cuarto disco en solitario de Coppel, le reafirma como uno de los músicos más arriesgados de la canción de autor. Aunque lo suyo va más allá de estilos, desde el rock y ahondando en el folk dylaniano a la poesía o el tango. Todo empieza y termina en las canciones. Recuperamos la última charla que mantuvimos con él, justo cuando se encontraba dando los últimos retoques al disco que actualmente presenta por toda la península.


Has optado por primera vez por el crowdfunding para lanzar este disco. ¿Cómo ha resultado la experiencia?

Nunca lo había hecho y estoy muy sorprendido con la respuesta de la gente. Es una especie de prueba de fuego sobre qué interés hay en tu música y en tus canciones. Muchos te dicen que les ha gustado una canción, o van a un concierto muy de vez en cuando pero, joder, hay gente que ha puesto 50 o 60€. Esa es gente que está muy interesada en que haya un disco. Me ha sorprendido, y en los tiempos que corren y tal y como está la industria es una forma de tirar para adelante, de poder hacerte un pequeño público y de grabar tus discos. De hacer las cosas bien hechas: grabar en buenos estudios, con buenos músicos y sacarlo con una buena promo. Lo que antes hacía la industria ahora lo puedes hacer por tu cuenta si te has ido ganando un público más o menos fiel. Tampoco tiene que ser muy numeroso sino de verdad. Y no es solo el dinero, es gente que va a mover ese disco, que se lo va a enseñar a gente y que van a llevar a sus amigos al concierto. Me parece que es una forma de estar al margen de la industria haciendo las cosas bien.

La gente a veces no sabe cómo ayudarte y esta es una buena forma. Además, hay una cosa importante de la que me he dado cuenta, e imagino que le pasa a todo el mundo: te sigue muchísima más gente de la que crees. Tú antes vendías discos o no, y había una cifra exacta de quien lo tenía. Hoy en día no se venden discos, la gente escucha música de otra manera, pero a lo mejor te escuchan todos los días y mueven tu música. A mí me escribe gente de México y es algo de lo que jamás me habría enterado. Las fórmulas antiguas ya murieron, y la industria en España ya sabemos todos como está, por lo que apuestan y lo que buscan. Lo último que quieren es encontrar talento y buenas canciones, están a otra cosa. O esta forma de tirar para adelante y de montar tus proyectos o la nada. He grabado este nuevo disco en los estudios de Black Betty, que es un estudio impresionante, hemos podido llamar a músicos de primera división y estoy encantando. ¿Qué más quieres? Aparte, con una libertad total, porque antes en una discográfica hacía todo eso pero te ponían muchas trabas. De repente veo posible hacer las cosas muy bien y de ganarte un público de verdad que con los años te va a seguir apoyando.

Tocas muy a menudo en directo, sobre todo en Madrid, donde es muy interesante comprobar cómo evolucionan las canciones. Entiendo que es importante para ti este proceso.

Sí, siempre lo he sabido pero cada vez lo vas constatando más. Las canciones hay que trabajarlas y tienen que crecer en los escenarios. Tienes que tocarlas mucho para que vayan cogiendo forma, te las tienes que ir creyendo totalmente. En este disco hay algunas más recientes, porque hemos trabajado mucho este año haciendo canciones, pero siempre sé las que están ya preparadas para grabar. Las nuevas me he preocupado de tocarlas en todos lados, de enseñarlas para ir puliéndolas.

¿Notas en la gente cuando algo no funciona?
Sí, se nota muchísimo. Hasta que no las tocas delante del público no te das cuenta. Cuando llegas al bar y estás a la una de la mañana en mitad del concierto y tienes que tocar algo que funcione no puedes permitirte fallos, digamos, o momentos flojos que bajen el nivel en la atención. De repente te das cuenta de que no te crees tanto como pensabas esa estrofa que te convencía en casa. Para mí es un fundamental tocar muchísimo. Por suerte, ahora lo puedo hacer, y llevo ya muchos años tocando mínimo una vez por semana, que es algo que no podía hacer en Bilbao.

Uno de los ejemplos más claros en este sentido es En el Olympia, canción que daba título a tu anterior disco. En su origen solamente recitada y que actualmente cantas y tocas con bandas.
Al principio me interesaba solo la historia, pero como empezamos a tocar con Jairo, un pianista, y con Manu Clavijo como violinista, buscamos la forma de musicarla. Lo hice inspirándome un poco en los songwriters norteamericanos como Guy Clark. Pensé concretamente en el modelo de una canción suya que se llama Randall Knife. Unos arpegios sencillos para ir contando la historia sobre un fondo musical que fuera creciendo, y al final acabar cantando, que era lo que pegaba con la historia. De hecho, además del disco nuevo hemos hecho una edición especial de En el Olympia en la que vamos a poner la versión que tocamos en Galileo cuando presentamos el disco, que es digamos la definitiva.

La aparición de Jairo Martín ha supuesto un giro en lo musical. No sois una banda de formato clásico, pero se ha modificado el enfoque.
Me da la sensación de que los músicos han ido apareciendo en el momento exacto. Cuando hacía discos con banda de repente aparecieron Los Madison, con los que toqué una temporada y grabé un disco. Pero también tocaba mucho solo, aquel disco era mitad yo solo y mitad con banda. Luego, cuando empecé a hacer canciones más desnudas, muy de guitarra, y quería algo más de musicalidad, empecé a tocar con Manu Clavijo e hicimos canciones en ese formato. Toqué muchísimo con él y grabamos En el Olympia, que reflejaba exactamente lo que hacíamos en directo. Y cuando empecé a hacer canciones con piano en la cabeza apareció Jairo Martín, que es un pianista que para mí es perfecto. No imagino a nadie que encajara mejor porque domina todos los palos que a mí me encantan desde siempre. Es un tio que toca tango, que es muy dylanianino, rockero y blusero, y es también cantautor y muy buen arreglista, como Manu

El nuevo disco no lo hemos grabado tan en directo sino como Hendrik Róver recuerdo que llamaba “estilo CED” (casi en directo). Todo en directo menos la voz. Grabamos los tres en directo buscando la toma perfecta, grabando cuatro o cinco, algunas con la voz pero otras con la opción de grabarla en cabina. Además, hemos añadido vientos en algunas canciones, coros y algunas guitarras más. Es un disco mucho más elaborado en cuanto a producción, pero mantiene la clave que es el tocar en directo, con esa energía. Nos dimos cuenta de que somos músicos de directo y no tanto de estudio. Todos hemos grabado varios discos pero lo que hacemos todos los días de nuestra vida es tocar, y si no reflejas eso estás perdiendo bastante la gracia de la historia.

Las letras de El Hombre que mató a Iñigo Coppel y En el Olympia partían de experiencias personales. En este caso has decidido cantar y contar historias de otros. ¿Existe algún tipo de hilo conductor?
Lo hice conscientemente. En el Olympia fue un disco muy autobiográfico. Tenía otras historias y de otra gente, pero quise contar la mía: el viaje en el que recuperé la fe en el oficio. Una vez hice ese disco pensé en qué podría enriquecer el repertorio, hacia dónde lo podría llevar para que tuviera más color y variedad. Me di cuenta de que había hablado mucho de mí mismo y decidí contar historias de otros. Historias humanas, de ahí "Los Nobles Salvajes". La idea del disco está basada un poco en una frase de Jacques Brel que dice: “creo que Dios son los hombres, y un día lo sabrán”. Me apetecía contar que entre todo este desastre y mundo horrible hay cosas que merecen la pena. Quise contar historias humanas, momentos del ser humano de cualquier época y condición que me conmoviesen.

Hay una canción de las nuevas que habla de una mujer de Irán que perdona al asesino de su hijo cuando iba a ser ahorcado (Balal, Abdollah y Maryam). Eso lo leí en el periódico. Son cosas que antes no hacía. Otra es Luces de Atocha, sobre un vagabundo que odia al mundo y ve a una pareja de jóvenes que van a follar a un tren abandonado y se emociona, recuperando un poco la fe en la vida. Quería contar historias con luz. Todos sabemos lo que está pasando ahora en el mundo y creo que es importante centrarse las cosas que merecen la pena. El título de "Los Nobles Salvajes" se basa en Rousseau, que decía que el hombre es bueno por naturaleza. Yo no llego tan lejos pero los hombres tienen momentos muy buenos y emocionantes. Y creo que el arte tiene que reflejar eso.

Sabemos que la heterogeneidad va a seguir siendo una norma en tus discos al escuchar una canción como Edu el Rata. Su historia, ¿es un autorretrato? ¿una especie de caricatura de ti mismo?
Claramente era una declaración de intenciones. En esa canción hay un poco de lo que hubiese sido de mí si le hubiese hecho caso a la gente. Le hemos puesto unos vientos rollo Nueva Orleans que me parece que le dan un punto de humor que le venía bien. Justo después hemos colocado el tango, como dando a entender que nos gusta todo. ¿Por qué no? Me parece que lo que hago tiene una personalidad que justifica la diversidad de estilos. Creo que hay una coherencia siempre, y me acabé riendo del clásico comentario sobre si es demasiado heterogeneo. Para mí es totalmente natural escuchar en una misma mañana a Bob Dylan, Jacques Brel, Krahe, Gardel o a John Lee Hooker. Para mí todos son canciones y me gusta componer en todos los estilos, tocarlos bien y conocer un poco los códigos.

Lo tuyo fue y es una apuesta personal fuerte, trasladándote a Madrid y confiándolo todo a tus canciones.
Y cuando llegas te encuentras con los sabios del arte. Todo el mundo te da su opinión, cosa que yo no entiendo muy bien. A mí no se me ocurre opinar sobre la gente nueva que está llegando. Si me la piden yo se la doy con ánimo de ayudar, pero nunca se me ha ocurrido criticar a alguien de primeras sin que me lo pida. Por ejemplo, ahora veo a chavales que llegan y están muy verdes, pero no se me ocurre decirles algo destructivo. Siempre he ido muy a lo mío, con cierta seguridad, pero también he visto a gente que empezó conmigo y que en cuanto vieron que no les hacían caso o que no se quién le decia no se cuántos decían «mira, lo dejo».

El título de "Los Nobles Salvajes" va un poco por ahí. En la inocencia de esa juventud antes de que se pierda. En el disco hay una pelea entre quienes la mantienen y quienes intentan destruirla. De hecho, en las letras del disco he puesto varias citas, como hacen en los libros de poesía. La primera, la de Brel, otra de Buddy Holly que me gusta mucho («La gente me dice que el amor es para los tontos, así que aquí llego yo a romper todas las reglas»), y también una muy graciosa de los Replacements, que es un diálogo que dice: «¿Qué vais a hacer con vuestras vidas? ¡Nada!» (risas). Y ya está. A lo mejor no se entiende pero yo creo que explica muy bien el rollo.

Una de las cosas que llaman la atención durante tus conciertos es el modo de introducir las canciones. ¿Trabajas mucho este aspecto?
Para mí es parte del concierto tan importante como las canciones en un momento dado. Introducirlas con un poco de trabajo, con un poco de gracia. Es parte del espectáculo y del discurso. Si hay conexiones entre las canciones también tiene que haberlas en las introducciones. He visto mucho a los maestros, recuerdo por ejemplo a Javier Krahe, que sus canciones eran magistrales pero las introducciones estaban a la altura. Creo que la gente valora mucho eso y que hay una cierta dejadez en general en España. Ves que los americanos cuidan mucho eso, y en cuanto acaba la última canción el cantante baja al puesto a vender y a firmar los discos, ese tipo de cosas. Pero de vuelta al tema de las canciones, creo que una canción bien presentada crece. A mí alguien que decide ir a verte un día entre semana, pagar un dinero, tomarse una cerveza, estar un rato esperándote a que empieces y luego la hora y media del concierto escuchándote atentamente merece todo. Merece que le des todo lo que tienes, a nivel de canciones y a nivel de que se lo pase de puta madre. Que le merezca la pena la resaca del día siguiente.

¿Cómo surge la posibilidad de publicar en vinilo?
Siempre he tenido la ilusión del vinilo y nunca he tenido la oportunidad de hacerlo. Con los otros discos siempre hemos estado muy justos de dinero. En realidad en este caso lo va a hacer César, un amigo que tiene un sello que se llama Calvario, que es quien me propuso sacar el disco y encargarse él del vinilo. Es lo que más ilusión me hace, es el formato que me gusta, con el que empecé a escuchar música de niño. Y aunque siempre haya hecho mis discos en CD nunca he dejado de pensar en el rollo de la cara A y la cara B. Ya sé que es una cosa antigua y vinculada a las exigencias físicas del momento, pero a mí me encanta. Lo he discutido con muchos amigos: creo que cuando se pasó al CD y podían hacerse discos de 70 minutos la cosa perdía mucho. Nadie tiene canciones de calidad, a no ser que seas The Beatles con el álbum blanco o Dylan en el "Blonde on Blonde". En 40 minutos, más o menos la duración estándar de los vinilos, me parece que se puede contar todo. Y es verdad que ha cambiado la forma de escuchar música, pero a mí me parece igualmente bien que la gente a la que le puedan interesar mis canciones meta mi nombre en Spotify y me escuché así, aleatoriamente. Cada canción funciona por si misma y el formato single siempre ha estado ahí.

Teniendo en cuenta tu experiencia y filosofía a la hora de afrontar tu carrera musical, ¿qué expectativas albergas de cara al futuro?
Yo veo que esto es una cosa minoritaria. Por cómo ha evolucionado la música y por cómo funciona a nivel masivo en España, para el que se sale un poco de lo muy comercial y facilón el público es minoritario. A lo mejor alguien mantiene un público de otros años porque tuvo una industria que lo apoyó en su día. Pero, no sé, te puedes pegar con el mundo porque no vayas a llenar estadios, que te lo vas a comer tú. Es así y me parece que hay que aceptarlo. Y dentro de eso, lo mismo que hablábamos sobre el crowdfunding, me parece que hay una especie de público alternativo al que se llega, y en mi caso estoy llegando y ha ido creciendo con los años. Mis ídolos son músicos como Javier Krahe, y no la gente que llena estadios. Quien ha tenido un público muy fiel y lo ha sabido mantener, que está ahí, compra los discos y va a los conciertos. A mí me parece maravilloso poder tocar en Galileo Galilei, llevo muchos años en Madrid y me ha costado mucho llegar allí. No pienso en sitios más grandes, pienso en hacer discos como el que he hecho ahora, que es el disco que siempre he querido hacer a todos los niveles, y pienso en tener un público que llene Galileo.

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El órdago de Corizonas

Corizonas en La Riviera 02.02.2017

Tomar riesgos está en el ADN de Corizonas. Desde siempre, desde su propia fundación, cuando por sorpresa para todos aunaban el experimentado surf instrumental de Los Coronas con la juventud y explosividad folk de Arizona Baby. Una propuesta con un alto sentido del espectáculo que con los años ha ido desarrollando la única asignatura pendiente que les quedaba: una identidad propia.

Con la publicación de su segundo largo (Nueva Dimensión Vital) y el consecuente paso al español daban un último salto mortal que les llevaba al escenario de La Riviera, con el peso simbólico que ello conlleva. Y aunque no la llenasen, ellos siempre caen de pie. Sonaba la sintonía de ‘El Hombre y la Tierra’ cuando la base rítmica formada por Loza (batería) y Javi Vacas (bajo) hacía de avanzadilla, dando pie a la incorporación progresiva del resto bajo las tremendas visuales de Héctor de la Puente (de diez). Introducción instrumental para ponerse las pilas, con Javier Vielba entregado al theremin, y un arranque demoledor con La cuerda que nos dan y The falcon sleeps tonight, en la que se lucía el siempre discreto Yevhen Riechkalov a la trompeta.

El espectáculo estaba servido, revisando por igual temas de su último álbum y de The News Today, así como gustándose revisionando a Black Sabbath (Supernaut) o a The Seeds (Pushin' Too Hard), con Loza haciéndose con el micro. Tras un intermedio algo dubitativo, la noche se volvía a levantar rápidamente y el público respondía a los coros de Piangi con me y con imprescindibles como I Wanna Believe, que llevaban a unos bises en los que la banda remataba con su reciente versión de Gabinete Caligari (Malditos Refranes) y los singles Todo va bien y Nueva Dimensión Vital. Grandes sensaciones para cerrar una noche importante, en la que Corizonas enterraba aún más la idea de que esta unión pudiese ser solo una anécdota, erigiéndose como una banda viva con algo que contar.

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"Telepatía", de Lidia Damunt

Telepatía (Tormina Records, 2016)
Lidia Damunt

Cada vez más alejada de la industria musical, y cada vez mejor. Más y mejor. Hace años que Lidia Damunt está establecida en Suecia y afronta con otra actitud su carrera musical, pero la distancia con los ritmos y las condiciones del circuito no le han impedido crecer artísticamente sino todo lo contrario. Actualmente su propio sello, Tormina Records, es el refugio desde el que planear sin presión alguna los próximos pasos, abrazada a la autoedición y apoyando bandas de la zona (ella misma se embarcaba en otro proyecto a la guitarra, el cuarteto punk Arre! Arre!). En lo que respecta a sus canciones, este otoño volvía a Madrid para grabar y coproducir junto a José Mª Rosillo -en solo cuatro días, mezcla incluida- el que ya es su quinto disco en solitario, que ha contado con las colaboraciones de Hugo Sierra -arreglos de teclado- y Teresa Iturrioz (Single), participando como segunda voz en Quién puede arreglar.

En este nuevo trabajo demuestra un momento de madurez, forma e inspiración espléndido, como quien tras experimentar y enfrentarse a diversas inquietudes logra ser todavía más una misma, desde una óptica mucho más relajada. Atrás queda el acercamiento al dream pop de la mano de Hidrogenesse (Vigila el Fuego) o el ejercicio de revindicación de la mujer en la música popular (con la consecuente liberación personal de prejuicios en cuanto a estilos) que supuso Gramola, su reciente disco de versiones. Dos trabajos en los que nunca llegó a perder las peculiaridades que mejor le definen, por lo que hablar de vuelta a los orígenes no sería justo. Telepatia sería algo así como un buen resumen de lo recorrido con especial hincapié en sus puntos fuertes: destreza a la guitarra y mucha creatividad e imaginación, tanto en letras como a la hora de estructurar cada tema

El sentido del humor, nunca perdido, se muestra especialmente fuerte en este disco, tirando de ingenio y sirviéndose de experiencias personales (Bolleras como tú, Cambiábamos la historia) para desarrollar una letras en las que es capaz de alternar tanto nostalgia o diversas aventuras ficticias con crítica social, todo ellos sin sacrificar su estilo. Especialmente valiente también a la hora de jugar con su voz (Tu teléfono o Quién puede arreglar), así como de hablar con claridad de feminismo (La Caja). Lidia Damunt viene a potenciar aún más si cabe eso que tantísimo escasea, algo que quizá no estemos exigiendo lo suficiente: la personalidad.


Texto de Bruno Corrales

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Noches sin fin

foto: Rubén G. Herrera
Pájaro en Fun House 15.12.16

Ahora que Pájaro parece estar dejando de ser un misterio, cuando empiezan a cesar las preguntas sobre su procedencia acompañadas de cierta incomprensión ante su capacidad de convocatoria fuera de Sevilla, justo ahora, conciertos como el del pasado jueves 15 de diciembre en el Fun House de Chamberí se convierten en auténticos tesoros. 

A este fabuloso y necesario templo del rock madrileño llegaba el Pájaro, a veces conocido como Andrés Herrera Ruiz, en una noche incómoda y fría de otoño tardío. Junto a él, su inseparable Raúl Fernández, formando una pareja tan curiosa como complementaria. “Si la Guardia Civil tuviese parejas como esta todo iría mejor, hasta el tricornio tendría su rollo”, decía en tono jocoso. Y es que lo suyo es por defecto imprevisible, innegociable en su forma de ser y sobre todo como músico. Una completa libertad e incontinencia que en cuestión de segundos produce algo que podríamos denominar magia para los allí presentes, incapaces de explicarse lo que ven ante tal despliegue de personalidad y pericia a las seis cuerdas.

Apoyados en butacas sobre el escenario, guitarras al hombro, el dúo presentaba el segundo disco de Pájaro en solitario, He matado al ángel, que viene a confirmarle como uno de los mejores y más creativos guitarristas del rock español, así como un interesante compositor. Nada que ver con el despliegue de la presentación oficial en la sala El Sol, y sin embargo un concierto valioso por la cercanía. 

Un concierto largo, prueba de la comodidad de músicos y público, en imparable progresión desde la fantástica Las Criaturas II, musicando a San Juan de la Cruz, a los homenajes a Silvio. Por supuesto, se trataba principalmente de dar un buen repaso su último disco, de El Pudridero a, ya en el primero de los bises, Viene con Mei. Y en esas, todo un Julián Maeso que no pasaba por allí sino que admiraba el espectáctulo desde la barra junto a otros músicos, seguidores y periodistas, se subía de improviso al escenario poniéndole una inesperada guinda a la noche. Una de esas ocasiones en las que, sin saber cómo, se te hace escandalosamente tarde.

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