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Última Experiencia: "Nos hemos dejado toda nuestra inspiración y saber hacer"

Cercanos, honestos y tremendamente decididos a luchar por un hueco en el panorama nacional, no solo convencidos de tener algo especial sino ansiosos por demostrarlo. Última Experiencia culminan una etapa clave en su breve pero incansable carrera con la grabación de un primer disco, La casa de la bruja, que reúne lo mejor de una banda que comenzaba versionando a los clásicos del rock de los '60 y '70 y que ya desde hace unos años venía dejando claro que tiene mucho que decir por su cuenta. Sobrados de contundencia y solvencia sobre el escenario, al power trío formado por Miguel Ángel Ariza (guitarra y voz), José Alberto Solis (bajo) y Carlos Lahoz (batería) se embarca en una larga gira de presentación por todo el territorio nacional con parada clave en El Sol, donde el próximo jueves 16 de febrero presentará oficialmente su prometedor primer álbum. Rock Sumergido tenía la oportunidad de compartir un rato de charla con los dos primeros poco antes de la salida de La casa de la bruja. Esto es lo que nos contaban.


¿Recordáis el momento en el que empezastéis a tocar juntos?
Miguel Ángel: Yo me acuerdo perfectamente del primer día que toqué con éste. Recuerdo que fue en el garaje de su chalet, en Guadalajara. Debía tener yo entre 20 y 25 días, no tenía más (risas). No... porque fue hace un cojón de años...
José Alberto: Sí, hablamos de... ¿hace quince años? Tú tendrías catorce y yo diecisiete, algo así.
M. A.: De esto te hablamos sin tener banda de por medio ni nada, tocando de colegas. Luego también me acuerdo perfectamente del primer día que tocamos como The Last Experience, que luego desembocó en Última Experiencia. Eso ya fue cuando yo debía de tener 19 años o algo así, mucho tiempo después.

Comenzastéis entonces como banda de versiones.
M. A.: Empezamos como The Last Experience versionando a los Who, a Hendrix...
J. A.: A Cream, a los Rolling...
M. A.: Y luego, cuando empezamos a meter temas ya propios, decidimos castellanizar la cosa y llamarlo Última Experiencia.

¿Consideráis necesario el haber tenido esa banda de versiones con la que aprender antes de poder llegar a aportar algo vuestro?
M. A.: Necesario no, pero para foguearte está genial. Empiezas a coger tablas sobre las tablas, con canciones que todo el mundo conoce. Con lo cual no tienes que llamar a la gente para decirles: “oye, mira mi música, qué cojunda que es”, sino que les vas a dar música que ellos conocen, temas super famosos de rock. Y luego eso ya te foguea, pillas tablas y te viene que te cagas a la hora de afrontar tu propio repertorio.

Ya en cuanto a vuestro disco, La casa de la bruja. ¿Cómo ha sido trabajar con Juan de Dios? ¿Os ha servido su punto de vista para mejorar?
J. A.: Joder, ¿su punto de vista? Yo creo que ha sido el cuarto Última Experiencia total. Creo que hemos encajado perfectamente los tres con él y realmente nos ha llevado a dónde él quería pero dándonos una libertad absoluta. Yo creo que más que su punto de vista es su manera de trabajar, ha encajado perfectamente con lo que estábamos buscando.
M. A.: Lo que dice éste. Realmente nos ha encauzado a su vera pero dándonos una libertad total. Cuando decía algo era porque realmente pensaba y nos hacía ver que era necesario. No ha sido el típico productor pesado de intentar cambiar muchas cosas. Entonces, cuando hablaba se le hacía mucho más caso porque evidentemente era algo importante y era algo que él veía que aportaba a la canción para bien.

Aunque la grabación haya sido por partes, ¿tuvistéis claro cuáles eran las canciones que iban a formar vuestro primer disco?
M. A.: Hicimos unas preselección de 17 temas, algo así, ya descartando en esa preselección algunos que nos dolió bastante dejar de lado pero que no veíamos que era el momento de grabarlos. Luego eso se fue limando hasta las once o doce finales. Ha sido costoso, se ha dejado mucho material bueno fuera, pero consideramos que lo que hay ahí es lo mejor de lo mejor. Ha sido duro pero ha sido productivo.

Comenzáis ahora la gira con muchas fechas. La cosa parece que va muy en serio.
J. A.: No se ha acabado la del EP y la enlazamos con la del disco, sí.

La intención ahora es tocar incluso más, ¿no?
J. A.: La intención es subir en el escalón de tipo de sala y llegar a más gente. Nuestra previsión es coger salas más importantes, salas que antes no iban a entrar en la gira y que ahora creemos que sí deberían. Ir a por todas, a ver si somos capaces de llenarlas y de conquistar a todo el mundo, claro.

Desde hace varios años destaca el esfuerzo que hacéis en la realización de videoclips, así como en la presentación de este nuevo disco. Quizá parezca una tontería, pero el hecho de incluir un libreto completo con las letras y toda la información empieza a no ser tan frecuente. ¿Pensáis que se está perdiendo ese cariño por el disco?
M. A.: Lo enfocamos desde el punto de vista desde el cual a los primeros a los que teníamos que convencer era a nosotros mismos. Entonces, hicimos algo que dentro de diez años, cuando seamos barrenderos, podamos coger y decir: “hostia, yo una vez hice esto, que era muy bonito”.
J. A.: (risas) Titular.
M. A.: Claro... Teníamos que hacer algo que fuese digno. Es un disco en el que nos hemos dejado toda nuestra inspiración y saber hacer, nuestros diez años de carretera... Entonces, que sea algo digno, vamos a presentarlo bien. 
J. A.: ¿Pero te ha gustado?

Sí, claro. Y me refiero también a la forma que la gente tiene de escuchar música en la actualidad. Quizá se esté perdiendo la costumbre de escuchar discos completos, y al descargarlos las portadas corren el riesgo de quedar en el olvido. Puede que el hecho de que vosotros lo hagáis de esta forma tenga que ver también con vuestras propias referencias musicales.
M. A.: Aunque la tirada que hagamos sea pequeña, al menos que la gente que se compre ese disco dentro de un tiempo lo abra y tenga una letra que leerse o pueda ver una foto de cómo éramos cuando lo grabamos.
J. A.: Que lo disfrute como lo has disfrutado tú, con ese mimo y ese cariño con el que le has cogido (risas).
M. A.: Como cuando Jose abría el Blood Sugar Sex Magik y veía esos tatuajes.
J. A.: Ahí, ahí. Que tengo que decir que tengo tres Blood Sugar Sex Magik. Se me rallaban y me compraba otro y otro... Es que le cogí mucho cariño (risas). A las fotos también.


Si no me equivoco tú compones las letras, Miguel Ángel. En ellas alternas historias ajenas con otras no sé si personales pero en las que usas la primera persona. ¿Al escribir sueles crear un personaje para alejarte de la historia o te sueles implicar?
M. A.: Me vacío bastante en las letras. No me considero un buen escritor de canciones, pero por lo menos intento que sean de verdad. Lo que pasa que muchas veces es más fácil acercarte a la realidad inventándote un tercer personaje y dotándole un poco de tus manías y demás. No hablas de ti pero hablas de uno que se llama Antonio que eres tú. Es más fácil de esa manera, a veces incluso para ti mismo, que escribir sobre cosas que son muy personales.

¿Cómo trabajáis las canciones? ¿En qué orden componéis la música y la letra?
M. A.: En mi caso siempre va primero la música. De hecho te puede hablar Jose de las grabaciones que le mando a veces de guachi, guachi (risas).
J. A.: Las echo de menos luego.
M. A.: Intento trabajar la melodía lo primero porque creo que es lo más importante en una canción, y no puedo hablar de nada en concreto trabajando la melodía. Intento que sea un instrumento más, me invento un guachi guachi y ya sobre él me curro una letra. 
J. A.: Hombre, a veces viene con la idea de qué va a hablar esa canción, lo que a él le transmite. Y una frase y un estribillo.

El caso es que suele ser un resultado muy cercano. Todos recordamos el tema John Wayne, de Los Enemigos, que supone una crítica ante los grupos españoles que hablan de realidades muy alejadas de nuestro contexto habitual. Vosotros no os vais tan lejos, hay múltiples referencias a Madrid y a temas cotidianos. ¿Es algo premeditado o sale de forma natural?
M. A.: Sí, realmente no es premeditado. Supongo que la gente agradece que hables de cosas que le puedan pasar al vecino. Todos hemos tenidos amores, desamores, hemos tenido buenos y malos días, cabreos, etapas de mala suerte... Supongo que le pasa a todo el mundo. No hablamos de “oh, Díos mío, soy un freak y me encantan las figuritas de porcelana de gatitos negros”. Es algo muy general, yo supongo que a la gente le llama la atención ese tipo de cosas también. Por lo menos crea cercanía.

Estábamos acostumbrados al orden de las cuatro canciones de vuestro segundo EP, Tres, unas canciones también incluídas en La casa de la bruja. Integradas ya junto a las otras ocho que componen el disco, ¿le habéis dado mucha importanca al orden?
J. A.: Se ha enfocado de varias maneras, sí. Con ayuda de Juande.
M. A.: Lo intentamos hacer pensando en la vieja escuela, pensándolo en cara A y en cara B para que fuese un poco equilibrado. Que no fuese para abajo muy descaradamente ni para arriba, sino que fuese un poco las dos cosas. Y al final el orden lo compramos todos cuando lo vimos, hicimos un único cambio en cuanto a lo que planteo Juande, ¿no? Yo creo que ha quedado muy bien, que ha quedado equilibrado.
J. A.: Sobre todo cuando lo escucho del tirón no se me hace pesado. No te puedo hablar por los demás, pero llegas al final y o no te has dado cuenta o vuelves a empezar otra vez.
M. A.: Queríamos que hubiese un reclamo musical hasta el final. No poner siete singles seguidos y luego cuatro canciones que no sean tan directas... Queríamos acabar con un tema que a la gente le gusta mucho como es La rueda gira, y la anterior es uno de los temas yo creo más potente de los directos, La Sensación.... No sé, creo que hay reclamos hasta el final.

Cuando pasastéis de ser una banda de versiones a convertiros en Última Experiencia, ya con temas propios, ¿tuvistéis clara la apuesta por el castellano? Quizá por vuestro estilo, tan clásico, hubiera encajado bien también el inglés.
M. A.: Yo ahí si que lo tuve claro porque siempre he pensado que la música trata de emocionar a la gente. El arte trata de eso, de jugar con emociones. Y se crea cercanía hablando a la gente en un idioma que entiende. Siempre lo digo: primero conquistemos a la gente de nuestro alrededor, luego al barrio, luego la ciudad... Pero eso se hace hablando a la gente en un idioma que entiende perfectamente, y es el castellano.
J. A.: Y cuando te pillas un dedo no dices: “¡Fuck!”, dices: “¡Jodeer!” (risas).

Recogéis la influencia de bandas clásicas anglosajonas de los '60 y '70 pero, ¿y en cuanto al rock español? ¿reconocéis algún referente por canciones o trayectoria?
J. A.: Sí, Los Salvajes, Los Brincos, Los Bravos...
M. A.: Somos super fanáticos. El pop que se hace en España en los '60 es de unos quilates increíbles. A mí hay bandas españolas que me han puesto los pelos de punta toda la vida, no solo de los '60, y además creo que hemos mamado bastante de ellas. Como dice Jose: Los Brincos, Los Ángeles, Cánovas, Adolfo y Guzmán o luego posteriormente Radio Futura son bandas que nos flipan. En España se han hecho muy buena música, en castellano además.

Sois una banda aparentemente muy equilibrida. ¿Existe un entendimiento especial entre los tres?
M. A.: Bueno, con Carlos, que es el que falta, es imposible tener un problema porque tiene una personalidad tal que es imposible tener un mal rollo con él. Es muy buen chaval. Y con este melón, pues ya te digo, nos conocemos desde hace tantísimos años ya que nos lo perdonamos todo. Entonces, así nos va. Cualquier día salimos en la página de Sucesos, en vez de en la de Cultura (risas).

Compagináis vuestro trabajo en Última Experiencia con los Insolventes, la banda de acompañamiento de el Gran Wyoming. ¿Cómo afrontáis esos conciertos?
J. A.: Wyoming nos vio en Honky Tonk, y a partir de ahí se puso a hablar con Miguel: “A mí me gusta este rollo y tal”. Empezó a alardear de que él se cantaba esta y la otra. Y Miguel le dijo: “no hay bemoles a subirse”.
M. A.: Es que decía que se sabía Like a Rolling Stone entera, que la letra es como un libro. Si lo editase Barco de Vapor tendría 145 páginas. Es espectacular, tiene millones de estrofas y el cabrón se las sabía de pe a pa, macho, de memoria. Lo demostró, efectivamente.
J. A.: Y a partir de ahí le subes a un escenario a el Gran Wyoming y no hay quien le baje, ya es imposible. Dijimos, o montamos aquí un grupo o nos quitas todo el espectáculo. Todo bien, todo guay. Y van tres años y medio.

Entiendo que conciertos así se afrontan de otra forma, una vertiente más divertida.
M. A.: Más festivo-erótico, sí. Pero realmente somos una banda que... Yo creo que tocamos más que nadie. Tenemos mínimo dos o tres fechas al mes con Wyoming y no paramos de movernos y de llenar salas por toda España. Nosotros, como músicos, tan contentos.
J. A.: A nosotros nos viene de puta madre. Imagínate las tablas que se cogen de tocar y tocar.

Ha sido para vosotros importante el sentiros como en casa en salas como Honky Tonk. ¿Cómo valoráis la salud de la músico en vivo en Madrid? Ya sea por cantidad y calidad de salas, trato a los músicos...
J.: Es que pueden ser dos visiones muy diferentes, porque yo voy todos los días a conciertos y a lo mejor Miguel no. Porque yo vivo en el centro y tal... Pero la salud... No está muy bien. No hay demasiadas salas, qué quieres que te diga. Yo voy a muchos conciertos pero se ve a muy poquita gente. En general en España está muy mal para poderte dedicar a ello, para sacar salas, para llenarlas, para poner un precio... Te exigen mucho.

¿Se menosprecia cada vez más al músico?
J. A.: Se menosprecia todo. Si no tiene valor la música, si la gente joven no valora un disco, ¿qué valor tiene el que lo hace? Eso ahora mismo está así.
M. A.: Se ha depreciado completamente la figura del músico. Nosotros conocemos a Wyoming y a mucha gente que ha triunfado en la música en los '80 o en los '90, y ellos te hablan de que no hace mucho había salas como Siroco que te pagaban un fijo de 500€. Honky Tonk hace 20 años pagaba a lo mejor 60.000 pelas de fijo a los grupos y ahora tienes que tú alquilarte la sala, tienes que pagar. La entrada te la repartes con la sala y las copas no son para ti, son para sala. Ahora mismo...

No hay riesgo, ¿no?
M. A.: No, el riesgo de las salas es nulo, y no ayuda nada el hecho de que necesites una licencia para tener conciertos, los decibelios, no sé qué. Además, está como perseguido. Parece que es un cáncer el que haya música en directo en un bar. Institucionalmente están perseguidos. Y sobre todo las salas han visto que hay un excedente de grupos a día de hoy brutal. Hay miles de grupos y se aprovechan de ello. Lo difícil es, de entre los miles de grupos, destacar alguno y decir: “este sí que vale”. Ése es el quid de la cuestión.
J. A.: Antes era como un aliciente. Ibas y había una cola en tal sitio porque había un espectáculo todas las noches. Ahora es al revés: “¿cuándo acaba el espectáculo? que quiero entrar a la discoteca”. Pero quita la música de una discoteca, a ver si entran. O de cualquier parte, quita el rock and roll de Honky Tonk. La música claro que tiene su valor y el bar por supuesto que se aprovecha de ella. Es otra manera que tienen de verlo, y todas las circunstancias, internet y todo lo que ha pasado tiene su cara bonita y su cara fea.

Volviendo a vuestro disco, ¿qué habéis tratado de transmitir con la portada?
M. A.La casa de la bruja habla de algo que por fuera tiene muy buena pinta pero que, si te fijas bien está un poco podridillo. Lo que intentamos hacer en la portada era algo que visto de primeras pareciera incluso atractivo pero que al fijarte mejor llegues a decir: “hostia, aquí este gusano, este tornillo... Esto no me lo como”.
J. A.: Es un poco la casa de Hansel y Gretel, que es preciosa y una puñetera trampa por dentro. Esa es la idea.

¿Lo de ser un trío es algo que ha venido dado por las circunstancias o siempre ha sido una preferencia?
M. A.: Lo del trío fue porque, cuando empezamos a tocar juntos, las bandas que escuchábamos eran Hendrix, los Cream, los Taste de Rory Gallagher, que eran un trío. Era todo ese rollo guitarrista-bajo-cantante que nos encantaba. Y no necesitábamos más para hacer nuestra música. De ahí que seamos tres de siempre. Fuimos durante algunos años cuatro, pillamos un cantante, pero al final la cosa se quedó en trío, que es la formación para la que hemos nacido. Además, así repartimos las ganancias entre tres y no entre trece, que nos estamos forrando.
J. A.: Yo tengo que decir que para ser trío el guitarrista tiene un peso de la hostia. Cuando escuchas aquí al colega rellena mucho. Hay tríos y tríos, y este tipo de guitarra que toca Miguel es muy sucia, rellena y tal. Y por eso puede ser un trío. Yo he llegado a escuchar cosas de: “hostia, pero si pensaba que iban a salir cinco personas”.
M. A.: Armamos bulla, armamos bulla.

Texto de Bruno Corrales
Fotografía: Oscar Carriquí

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