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Graham Powell: Invadiendo la alfombra roja

Que el patio de butacas diga: “¡PO-WELL!”. Graham Powell, uno de los símbolos de Rock Sumergido y de la pereza más irresponsable se quita las telarañas y vuelve. Lo hace más de un año después de su primera aparición en este blog, con la poca decencia de no traer consigo ni la más absurda excusa pero prometiendo quedarse por aquí cerca para explicarnos sus interesantísimas listas, para las que jura solemne tirar exclusivamente del archivo de nuestro querido rock español. En esta ocasión, Graham Powell nos trae 10+1 canciones  directamente relacionadas con el séptimo arte. Películas, actores, directores, géneros... Y es que por suerte el mundo de la música y el del cine caminan inseparables, ofreciéndonos  en ocasiones curiosos viajes de ida y vuelta. Con éstas nos llega Powell, quien además aterriza acompañado de un sorprendente y dudoso honor, pues esta lista de canciones sobre cine sirve además para presentar el flamante nuevo número del fanzine Atiuste, proyecto colaborativo coordinado y editado por el periodista Pablo Cantó que reúne literatura, fotografía y dibujo al loco precio de 1 euro. Tras caer en nuestras manos anteriores números centrados en temas clave como el sexo, los sueños o el vino, Atiuste dedica su quinta aparición al cine. Pero entremos ya en harina, por favor (y enchufaos la lista de Spotify si gustáis).

Airbag, el trío malagueño formado por Adolfo Díaz, Pepe Medina y José Andrés Albertos, que había dejado todo patas arriba con aquel frenético Mondo Cretino (Wild Punk, 2000), volvía poco después con Ensamble cohetes (El Ejército Rojo/BMG, 2003), en el que soltaban levemente el pie del acelerador a cambio de perfeccionar las voces, el sonido y las estructuras de unas canciones que les terminaron coronando como los reyes del punk pop ramoniano en nuestro país. Tal y como demuestran canciones como Películas de miedo, en su temática fresca y desenfadada siempre hubo un espacio de honor reservado al cine comercial, preferiblemente ochentero, en el que sin duda destacan las películas de terror. Ya sea terror de tono puramente adolescente, horror psicológico o pesadillas macabras y sobrenaturales, lo cierto es que la lista es admirable: La Cosa, Pesadilla en Elm Street, El Resplandor, Halloween, Evil Dead, Hellraiser, Poltergeist, Aliens... Crueldad sin límite y de todos los colores. Pero limpiémonos un poco toda esta sangre y pensemos con calma. ¿El verdadero problema de todo esto? ¡Que tu novia empieza a pensar que sale con un peligroso psicópata! Que cuando a casa vuelve está muy nerviosa y no duerme / Que está traumatizada desde que vió Viernes 13. 

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Lo habías meditado muy detenidamente y habías llegado a la conclusión de que a ti lo que te gustaba era Bowie, Tarkovski y los cursos de La Casa Encendida. Joder, sí, eso iba a ser. No parecía que nada pudiera hacerte salir de esa idea pero... Ay, el cine, tan tramposo como la propia música. Un día, sin saber muy bien cómo, se cancelan uno a uno todos tus planes para el sábado noche y acabas en casa, viendo una película en La 2. Ponen El Crack, de José Luis Garcí, con María Casanova y Alfredo Landa, nada menos. Todo bien por ahora, o eso crees, porque lo que en un principio te parece que es solo una pequeña broma acaba convirtiéndose en un placer culpable. Otro día llegarán Volver a empezar, Asignatura pendiente, ¡Asignatura aprobada! Las películas de Garci te han enganchado. Dios mío, una lágrima. El caso es que a ver cómo le cuentas esto a tus amigos... Es aquí cuando entran Luis Prado y Señor Mostaza, expertos en decir lo que otros callan por aquello de encajar. Momento Garci forma parte del primero disco largo de la banda, Mundo Interior (Hall of Fame Records, 2005), con el que los valencianos ya daban buena muestra de su falta de predisposición a cualquier tipo de pose. No quiero asustar a nadie, pero quizá no seamos tan cool como pensábamos... Algo me atrapó, algo de ternura, entre el olor a naftalina y transición. 

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A pesar de que la Astronomía, la Física o las Matemáticas no han sido una temática extraña en las canciones de Lagartija Nick, Antonio Arias decidía hace tres años ir más allá e involucrarse en la grabación de un disco de lo que se llegó a denominar “astromúsica”, encargándose de musicar poemas de científicos como José Antonio Caballero y David Jou. Coincidiendo con el Año Internacional de la Astronomía, el líder de la banda granadina grababa Multiverso (Everlasting Records/¡Popstock!, 2009), un disco en solitario producido por Paul Grau y grabado entre Motril y el Observatorio Espacial de Calar Alto, al norte de Almería. En él encontramos sugerentes títulos como Laika, Una estrella enana o la canción que le ha llevado a esta lista, 2001: una odisea del espacio, por supuesto basada en una de las obras magnas de Stanley Kubrick, con quién podríamos usar con verdadera justicia el actualmente desgastado término de “visionario”. ¿Qué decir de 2001, una película que a 44 años de su estreno todavía sigue impactando visualmente y removiendo las dudas más profundas de nuestra existencia? Quizá el universo sea finito, quizá el pensamiento acaba por cerrarse sobre sí mismo. 

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¿Nos hemos vuelto locos ya? Lo que nunca diríamos que haría en la actualidad un grupo de rock sobrio y clásico como Los Deltonos... Resulta que ya lo hizo en los '90. Y es que cuando Hendrik Röver, líder de la banda, habla de lo de transitar “los múltiples caminos del rock” hay que tomárselo muy en serio. El rollo funk que se extendería hasta discos como Sólido (DRO, 2003) nacía en el extraño Ríen mejor (Virgin/Brusco, 1996), donde destaca A comer, a casa, contundente tema introducido por unos inesperados loops a cargo de DJ Usúrbil que sirve de denuncia ante las irritables costumbres de algunos en las salas de cine. Ya centrándonos en el tema, que a eso venimos, lo cierto es que todos hemos querido matar en alguna ocasión a ese indeseable de delante. O al menos le hemos deseado un justo dolor y sufrimiento al que decidió comer palomitas con devoción y sonoridad durante la escena reveladora de El Sexto Sentido, al que decidió levantarse al baño unas cinco veces durante la lacrimógena primera escena de Up!, o al que pensó que los muchos finales de El Retorno del Rey eran el mejor momento para demostrar su repertorio de chistes, gritos y eructos. A menudo me pregunto si en un futuro, siendo fiambres, / todos los que me rodean seguirán teniendo hambre.

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En 1974, una película independiente ideada y dirigida por un por entonces primerizo Tobe Hooper entraba de pleno derecho en el olimpo de las películas de terror. The Texas Chain Saw Massacre, conocida en España como La Matanza de Texas, estuvo basada en los asesinatos y profanaciones de tumbas que durante los años '50 cometería el estadounidense Ed Gein. Y como si de fichas de dominó se tratará, la película inspiró a su vez no solo a otros cineastas, impresionados por la perturbadora historia de Leatherface, sino también a varios músicos, que en reiteradas ocasiones quisieron rendir homenaje al film. Si en 1976, solo dos años después del estreno de La Matanza de Texas, eran unos debutantes Ramones los que incluían la canción Chain Saw dentro de su homónimo primer álbum, en nuestro país solo tuvimos que esperar ocho años más para ver como un joven Eduardo Benavente cogía el testigo. A comienzos de los '80, tras su paso por Pegamoides y lleno de nuevas inquietudes, Benavente había formado junto a Nacho Canut la banda Parálisis Permanente. Con ellos salía a la luz Un día en Texas, trallazo punk que formó parte de Quiero ser santa (DRO, 1982), segundo EP del grupo. En el viejo matadero se oye un ruido chirriante / alguien hace horas extras y hay un fuerte olor a sangre.

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¿Kubrick otra vez? Sí, ¿qué pasa? ¿nos tenemos que pelear por eso? En esta ocasión además no estaría mal abrocharse el cinturón, pues realizamos un triple salto mortal entre décadas. De los '80 a los '70, y de ahí a los años '60, cuando el escritor británico Anthony Burgess publicaba su novela más famosa, un tratado sobre la violencia y la corrupción del ser humano, La naranja mecánica. Apenas diez años después llegaba la adaptación fílmica de la mano de Stanley Kubrick, quien crearía una película polémica e impactante, además de un nuevo icono popular personificado en Alex DeLarge y sus drugos, largamente imitados. En un giro en principio nada lógico volvemos la mirada a nuestro país, a una década de efervescencia cultural en la que los ahora añorados Nikis daban sus primeros pasos publicando Marines a pleno sol (DRO, 1986), el primer disco largo de los madrileños. En aquel álbum, en el que ya encontramos clásicos como El Imperio Contraataca o 10 años en Sing Sing, estaba La naranja no es mecánica, en la que Joaquín Rodríguez y los suyos trataban de convencer a Alex de que todo eso de Beethoven y de pegar a los mendigos ya estaba un poco pasado... Ya no hay más moloko, y todos piensan que estás loco / La ultraviolencia siempre acaba mal, siempre acaba mal.

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Según la diosa Wikipedia, y citemos literalmente, el legado principal del artista marcial, actor y filósofo estadounidense de origen chino Bruce Lee fue “la apertura hacia occidente de las artes marciales chinas y la divulgación del Kung Fú en su verdadera dimensión”. Perfecto, ¿quién es el valiente que se atrevería a cambiar una sola coma? Nada que objetar más allá de un pequeño apunte... Y es que Bruce Lee, sin ni siquiera necesitar estar vivo, también ha sido capaz de protagonizar el tema de una canción de Díscipulos de Dionisos en detrimento del sexo. Nos referimos a Bruce Lee, tema perteneciente a Los enigmas de la conducta humana (Baga Biga, 2008 / Folc Records, 2010) quinto disco de la banda donostiarra de porno punk capitaneada por Juan Holmes G. Y no es una cuestión baladí, de verdad. Solo tenéis que escuchar canciones como Jóvenes viciosas en el instituto, Soldados del orgasmo, Traci Lords, Beso negro o Ella se alimenta de esperma. Pero luego no vayáis diciendo que lo habéis leído aquí. Vamos, Bruce Lee, tu puño es mortal / Vamos, Bruce Lee, ¡matar! ¡matar!

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A pesar de que la mayor parte de los movimientos de la anticuada industria musical tengan su sello, la inmediatez nunca ha sido la mejor compañera de la música. Los discos que algún día rompieron la monotonía, aquellos que guardas con más cariño, suelen tener varios rincones que no alcanzan su merecido momento de gloria hasta pasado un tiempo. Pensemos en todas esas canciones que, a pesar de que nunca se escondieron, pareces descubrir por primera vez cuando menos lo esperas. Canción para Woody Allen, perteneciente a El hombre que mató a Iñigo Coppel (Lucinda Records, 2010), segundo disco en solitario del músico vasco, podrías ser uno de estos casos. Una canción humilde, parte del repertorio más intimista de un autor que se mueve con soltura dentro del rock clásico y el blues. Un territorio que por otro lado no resulta el más propicio para homenajear la figura de Woody Allen, devoto del jazz. ¿Y a mí que me cuentas? Podrías decir llegados a este punto. Al fin y al cabo, tanto las canciones como las películas están condenadas a vivir sin dueño. Eso si tienen la suerte de sobrevivir y significar algo para alguien. Y es que aún hay tantas cosas que te quiero contar / Tú salvaste mi vida y me diste un hogar.

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“En serio, tío. No te puedo decir con exactitud si las palomitas llevaban o no algún tipo de alucinógeno, pero ahora mismo, tras salir de ver Blade II, estoy convencido de que mis reflejos han aumentado considerablemente, siento que puedo hacer cualquier cosa. Si quisiera me cargaba a esos cinco de ahí con solo tres disparos. Y poniendo la pistola así, ¿eh? en horizontal. ¡Joder, te juro que podría! (…) Bueno, vamos a casa”. No sabemos si el mallorquín Miki Serra, antiguo componente de los desaparecidos Sexy Sadie y de otras bandas como Plastic Face o Post, habrá sentido algo parecido alguna vez, pero resulta complicado dejar de pensar en algo así al escuchar Ciencia ficción en el salón, del autoeditado Relatos Cortos, parte I (2011), su primer paso en solitario. Una evocadora escena en la que una pareja se ve abocada a sortear los peligros del espacio exterior desde su propio salón. Una canción que además nos lleva a otra conclusión, a localizar otro punto en común entre el cine y la música: su alucinante poder para hacernos sentir gigantescos, para estimular nuestro cerebro. ¿No es genial dejarse llevar, sentirse un poco menos vulgar durante unos minutos? Y tú huyes de aliens extraños / Y aquí estoy yo, tu protector.

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Antes hemos quedado en que Bruce Lee podría ser considerado como el rey de las hostias tras haber vencido ante nuestros ojos a titanes como Chuck Norris. Con todo, ¿sobreviviría el bueno de Bruce atravesando en pelotas el desierto, papeándose los cactus y con saliva fabricando Trinaranjus? Porque John Wayne sí. Y Humphrey Bogart o Silvester Stallone, sin ninguna duda. Qué decir de Burt Lancaster, Charlton Heston o Jean Claude Van Damme... Ser la Ley no está al alcance de cualquiera, bien lo sabe Juan Abarca, autor de Janfri Güein, canción dedicada a todos esos héroes del juanpalomismo en Autorretrete (BOA, 2005), el séptimo disco de Mamá Ladilla. Tipo duros y galanes varolines, independientes e irreductibles. Miradas pétreas, valores seguros al servicio de la justicia que siempre guardan un ratito al final para recoger lo sembrado. Es decir, a la chica de turno. Aunque no siempre iba a ser tan sencillo, niños, dirían nuestras rodillas temblorosas ante la presencia de maravillas como Sofía Loren. Para devolver la moneda a tanto tipo duro, Mamá Ladilla nos presentaban en Jamón beibe (BOA, 2010) la historia de Mérilin Feifa, un compendio de mujeres bellas y temibles. Desde Scarlet Johanson a Marilyn Monroe pasando por mitos como Marlene Dietrich o Ava Gardner. Debatir quién gana esta lucha es innecesario, todos lo sabemos.

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