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"Delitos y faltas", de Señor Mostaza


Delitos y Faltas (Hall of fame, 2013)
Señor Mostaza


“Se me da tan bien comenzar mañana mismo, se me da tan bien lo de la postergación”. Comencemos por confesar una ligera identificación con las letras de Señor Mostaza, pues teniendo en cuenta que esta reseña era para ayer -literalmente hablando- no hay una explicación mejor a que ahora mismo el navegador me haya llevado a interesarme por los puercoespines del Viejo Mundo. ¿Sabíais que los puercoespines de América son muy diferentes? Bueno, algunos. Casi parecen otro animal. 

Y antes de ir al meollo de la cuestión, a este Delitos y Faltas, cabe preguntar: “¿sabéis quiénes son Señor Mostaza?” Pues además de una banda de Valencia formada por Luis Prado (compositor, pianista y cantante), Paco Tamarit (guitarra, coros), Alejandro “Boli” Climent (bajo) y Edu Olmedo (batería), son también perfectos candidatos para futuras nostalgias y reivindicaciones por parte de listillos como pudiera ser un servidor... “Señor Mostaza, esos sí que eran buenos, y en directo todavía mejores”. Una afirmación cobarde a posteriori que por suerte no se va a producir (todavía), pues el pasado mes de febrero la banda publicaba su cuarto largo, Delitos y Faltas, en el que lo fácil es pensar que todo sigue igual. Fácil y acertado, pero con matices. Una formación estable con los papeles bien definidos, Carlos Raya de nuevo al frente como productor y el apoyo total de un sello independiente como Hall of Fame Records son los ingredientes ya conocidos en la trayectoria de una banda que demuestra que crecer no va necesariamente unido a la idea general acerca del éxito en la música. 


Lo que tenemos entre manos es otra colección de canciones de alto nivel, que más allá de navegar entre el pop y las músicas negras confirman una vez más aquello de lo que un grupo suele estar más orgulloso, la plena consecución de un sonido propio, identificable de inmediato. Con todo, Señor Mostaza demuestra una constante inquietud bordeando cualquier limitación del propio estilo al aplicar dosis de virtuosismo en momentos inesperados. Ragtime, contratiempos, solos o meritorios coros... Una especie de truco de magia o deporte de riesgo en el que nosotros alucinamos cuando, en el fondo, todo estaba bajo control. Hablamos de canciones como Solo quiero llegar o la nerviosa Te veo siempre, en las que el juego a salirse del esquema tradicional de la canción es solo eso, un juego, aunque de tremenda dificultad, acercándose cada vez más a la sólida sensación de superioridad que ofrecen las grandes bandas. 

Una vertiente musical, con las sorpresas puntuales que suponen el uso de acústicas o vientos, que vuelve a complementarse con la tremenda agudeza de Luis Prado, un letrista con un muy de agradecer sentido del humor. Porque sí, se puede ser elegante y corrosivo al mismo tiempo. Prado, además, profundiza en su labor de “terapeuta” para el rock en español. No tanto por lo que dice sino por atreverse a decirlo.Y es que lo de confesar obsesiones poco saludables y algunos otros defectos de personalidad y rendirse sin más preámbulos ante esa supuesta vulgaridad que rodea al amor o a la nostalgia no debe ser sencillo cuando de lo que se trata es de subirse a un escenario a comerse el mundo, en un idioma y en un país que además no tiene por costumbre enfrentarse a lo explícito, maltratado por sus propios complejos y a la mala gestión de la cultura... 

Todo eso y algo mucho más sencillo, que al final solo se trata de canciones, siendo el mayor punto a valorar que bandas como Señor Mostaza sigan adelante como el primer día, ofreciendo este tipo de montañas rusas sonoras y emocionales -imperdibles temas como Vas a ser o el que da nombre al disco-. Por lo demás, que el oyente conecte y las disfrute solo está en manos de... No sé, ¿Chuck Berry? 

Texto de Bruno Corrales

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